Al menos 1 de cada 7 niños y adolescentes ha estado confinado en su hogar durante el último año lo cual pone en riesgo su salud mental y bienestar emocional.
Según un análisis realizado por UNICEF, el 99% de los niños y los jóvenes menores de 18 años de todo el mundo (2.340 millones) vive en alguno de los 186 países en los que se han impuesto distintas formas de restricción a los desplazamientos debido a la COVID-19. Además, el 60% de todos los niños vive en alguno de los 82 países que se encuentran en aislamiento total (7%) o parcial (53%), lo que equivale a 1.400 millones de jóvenes. A raíz de estos datos, los profesionales del Centro de Estudios Especializado en Trastornos de Ansiedad (CEETA) realizaron un informe para advertir sobre las consecuencias de la pandemia y cómo prevenir efectos secundarios en niños y adolescentes.
Volviendo al informe, dichas restricciones tuvieron como resultado un impacto sobre las emociones y la conducta de la población infantojuvenil generando una serie de factores estresores que impactaron en niños y adolescentes.
Según la Lic. Gabriela Martínez Castro (Matrícula Nacional 18627), directora del Centro de Estudios Especializado en Trastornos de Ansiedad (CEETA) podemos observar e identificar en los adolescentes como consecuencia directa del aislamiento y la distancia social “dificultad para la concentración y la atención sobretodo en lo académico, baja tolerancia a la frustración e intolerancia a la incertidumbre esto de no saber hasta cuándo vamos a seguir así, clases on line, no poder reunirse, el enojo incontrolable cuando se cae internet y no poder controlar dicha situación”, son sólo algunos ejemplos.
También asegura que “se dieron cambios importantes en el sueño: duermen de día, viven de noche, conducta reforzada por el uso de los dispositivos electrónicos y los juegos en red y no menos importante la alimentación, desde saltarse las comidas o el típico picoteo por aburrimiento o ansiedad”.
Según los profesionales, la pandemia de COVID-19 ha agravado la crisis de la atención y la educación. Debido a la interrupción de las clases, los juegos con amigos y otras rutinas importantes para los niños, los comportamientos regresivos, se están volviendo cada vez más frecuentes.
“La depresión en los niños se ve como un equivalente de irritabilidad. Los niños, en lugar de tirarse en una cama como un adulto se ponen muy irritables, todo les molesta, tienen berrinches, tienen bajas en la atención y la concentración, la memoria y un desinterés completo para adquirir conocimientos de forma online. La mayoría de los infantes sienten el deseo irrefrenable de avanzar en su desarrollo, ese mismo entusiasmo suele ir acompañado de estrés que a su vez, puede contribuir a un retroceso temporal en términos de desarrollo”, agrega la experta en trastornos de ansiedad.
Se evidencian, casos en el caso de niños que, teniendo en cuenta las circunstancias actuales, dieron marcha atrás en el uso del lenguaje y que necesitan más ayuda de lo que es normal en esa edad en sus rutinas diarias, como dormir o ir al baño.
También se notan problemas de comportamiento debido a la tristeza de no poder estar con sus amigos o maestros, reaccionando con emociones y comportamientos exagerados a los cambios que se están produciendo en las escuelas. Por este motivo, los niños sienten más ansiedad y frustración y, como consecuencia, sufren alteraciones en sus comportamientos. “El aislamiento les hace muy mal, porque el contacto social con pares, con otros niños es fundamental para el desarrollo sano del cerebro y de la mente y por supuesto el cuerpo también”, completa Martínez Castro.
Por otra parte también han presentado diferentes trastornos como ansiedad y depresión, niños con diferentes fobias, terrores nocturnos, involución en las pautas normales de desarrollo, dificultades en el control de esfínteres, tricotilomanía (el hábito o comportamiento incluye arrancarse el pelo del cuero cabelludo o los vellos de las cejas y otras partes del cuerpo.), ataques de ira, problemas de conductas, secuelas en el comportamiento, chicos que tienen serias dificultades para reincorporarse al trabajo cotidiano, que han perdido referencias personales, que han visto bajar su autoestima o sus recursos personales de forma drástica.
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“También se puede observar el desafío por romper la cuarentena para reunirse con amigos o salir y al mismo tiempo resguardarse en su zona de confort, como ser el propio dormitorio y no tener interés en salir del mismo”, agregó la Lic. Gabriela Martinez Castro.
Cabe destacar que, prestando especial atención en la adolescencia ya que es un período de mayor vulnerabilidad a los problemas de salud mental, el 75% de los adultos que alguna vez han tenido un problema de salud mental experimentaron los primeros síntomas antes de los 24 años de edad.
“Esto es importante y se pone de manifiesto debido justamente por las características propias del crecimiento durante esta etapa, como ser la relación con los pares por un lado, el distanciamiento y diferenciación con los progenitores por otro, todo esto claro en favor del proceso de conformación de la identidad, el manejo del cuerpo y sus impulsos, los límites, entre otros. Es importante durante este período estar atentos a los cambios significativos, aquellos que por su magnitud nos llaman la atención, a determinadas conductas que puedan resultar de riesgo. Esto quiere decir que estas conductas se manifiestan de forma reactiva a una situación o contexto particular, en el tiempo. En algunos casos, en chicos más vulnerables o que anteriormente a la cuarentena presentaban algún cuadro de ansiedad, puede verse exacerbado o pueden aparecer nuevos síntomas”, agregó.
Los peligros de la vuelta a la virtualidad
Teniendo en cuenta las últimas medidas anunciadas por el presidente Alberto Fernández quien ha decidido que, desde el próximo lunes y por dos semanas, las clases van a adquirir su modalidad virtual, .La directora del Centro de Estudios Especializado en Trastornos de Ansiedad (CEETA) declaró que “no se puede mitigar el aislamiento ya que el contacto social es importante recibirlo de los pares, lo único que si pueden hacer los padres es contenerlos lo máas posible, tener contacto físico, abrazarlos más, ser mas cariñoso, dentro de las posibilidades de sanidad poder invitar amigos que saben que cumplen con los protocolos, cuyas familias estén sanas y se pueden ver en las casas. para no perder el contacto que es relevante en esta etapa”
Incluso UNICEF en conjunto con la Sociedad Argentina de Pediatría emitieron un comunicado indicando que «La situación de encierro, la falta de interacción social, la pérdida del trabajo, y la incertidumbre general que ha originado esta pandemia es el ambiente propicio para aumentar el estrés y las situaciones de violencia. A ello debemos sumarle las inequidades sociales, puestas en evidencia por la pandemia, que se han recrudecido y aumentan el abismo educativo entre quienes acceden al uso de la tecnología y quienes carecen de la misma».
Otro indicación muy importante de los profesionales del CEETA es “no acudir rápidamente a los tratamientos ni consultar inmediatamente con psicólogos o psicopedagogos porque muchos de los problemas que están manifestando niños y adolescentes se van a remitir solos con el simple contacto con la vuelta al desarrollo natural del ser humano y favorecer el contacto social porque esa es la cura de restablecimiento. Necesitamos volver a alimentarnos en forma emocional, respirar de forma emocional y eso se da con el contacto, no hay forma de mitigarlo. Lo que sí podemos hacer es esperar a volver al contacto social, favorecer los encuentros lo más posible con todos los protocolos y esperar que puedan retornar a clases”, concluyó Martínez Castro.
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Acerca de la Lic. Gabriela Martínez Castro
Gabriela Martínez Castro es Licenciada en Psicología egresada de la Universidad de Belgrano en 1991. Máster en Psicología Clínica en México.
Post-grado en Trastornos de Ansiedad de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad. Psicoterapeuta Cognitiva-Conductual, orientada al trabajo con Trastornos de Ansiedad y Trastornos de la Personalidad.
Formación en Terapia Cognitivo Conductual de Tercera Ola en la Fundación Favaloro.
Ex coordinadora docente de la cátedra de Psicología General en la Universidad de Belgrano. Ex coordinadora del Departamento de Psicodiagnóstico del Hospital Francés, área de Consultorios Externos.
Miembro de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad.
Directora de CEETA (Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad). Matrícula Nacional 18627
Acerca de la Terapia Cognitivo Conductual de Tercera Ola o Tercera Generación
Se trata de una innovadora terapia cognitivo conductual, que a diferencia de otras terapias, se aboca a modificar comportamientos y pensamientos. Está orientada hacia el presente, se investiga el funcionamiento actual. El énfasis de la TCC está puesto más en el “Qué tengo que hacer para cambiar” que en el “Por qué”. Muchas veces, el explorar expresamente y conocer cuáles son los motivos de lo que nos ocurre no alcanza a brindar una solución y no es suficiente para producir un cambio.
Es una psicoterapia basada en la evidencia y con un basamento científico y 100% comprobado. Los resultados se ven en el cortísimo plazo. El paciente tiene un papel activo, con tareas para realizar dentro y fuera de la sesión a través de la aplicación de las herramientas que se le brindan.
La terapia cognitiva conductual de tercera ola o tercera generación cuenta con numerosos aportes validados científicamente en los últimos años. Son las denominadas Terapias de Tercera Generación o Contextuales.
Son modelos de intervención que ponen su foco de atención en el contexto y la función de nuestros eventos privados como ser los pensamientos, emociones, sensaciones en lugar de su contenido, frecuencia o duración. La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), uno de los nuevos modelos de tratamiento que ofrecen las terapias contextuales, es uno de los mas reconocidos con evidencia empírica. El objetivo de la misma es lograr flexibilidad psicológica ante las situaciones difíciles de la vida y ante el sufrimiento, entender que nuestra vida es significativa y valiosa aun cuando sufrimos.
Utiliza diferentes técnicas como Mindfulness y ejercicios experienciales entre otros.
Se pueden medir los progresos obtenidos desde la primera sesión, se administran cuestionarios y planillas en los que se evalúan los síntomas específicos, en su frecuencia, duración, intensidad y características. Esta medición es repetida periódicamente hasta la sesión final, para tener una idea del cambio obtenido. La relación terapeuta-paciente es de colaboración y activa. Paciente y terapeuta se comprometen a trabajar con un objetivo común. Los pacientes pueden aportar sugerencias y participar en el diseño de las tareas para el hogar.
En muchos casos, se utiliza la biblioterapia, que consiste en que el terapeuta recomiende o facilite libros, folletos o apuntes acerca del problema para que el paciente se informe de lo que le sucede. Tiende a fomentar la independencia del paciente. Está centrada en los síntomas y su resolución. Se definen objetivos concretos a lograr. La meta de la TCC es eliminar, o al menos reducir los síntomas, y postula que si desaparecen, por ejemplo, los síntomas de pánico, inmediatamente también va a haber una mejoría en otras áreas, sin que aparezcan otros síntomas que los reemplacen. Pone énfasis en el cambio. Se le solicita al paciente practicar nuevas conductas y cogniciones en las sesiones, y generalizarlas afuera como parte de la tarea. Desafia la posición del paciente, sus conductas y sus creencias. Se centra en la resolución de problemas. Utiliza planes de tratamiento. Generalmente, la terapia utiliza planes específicos de tratamiento para cada problema, no utilizando un formato “único” para las diversas consultas. Propone una continuidad temática entre las sesiones. Es decir, más que simplemente decir que funciona, esta comprobado que funciona.
Los recursos disponibles en este portal, son de carácter informativo y no constituyen ni reemplazan el asesoramiento y tratamiento profesional.