Naira Cofreces, una joven de 17 años que había sido brutalmente golpeada por tres jóvenes a la salida de la Escuela Secundaria Nocturna Nº5 de Junín, falleció a raíz de la agresión. Un nuevo caso de bullying que termina en asesinato (ya había habido otro caso el de Carmen de Patagones)
Ya es de público conocimiento para padres, alumnos, docentes y especialistas la presencia de hechos de violencia entre pares, o entre adultos y niños en el ámbito escolar. Sin embargo, sólo nos detenemos a pensar cuando estalla alguna noticia de un niño o docente víctima de un exceso de agresión. Quizás sea así como podemos entender a la violencia, como una acción que irrumpe dando cuenta de conflictos, pensamientos y emociones que se plasman sin procesamiento mental, simbólico o emocional.
En estos casos, como en muchos otros, es imprescindible la prevención para evitar que siga en progresivo aumento. Por tal motivo, Momento Cero emite el siguiente informe para poder detectar, tomar conciencia y poder actuar frente situaciones de bullying.
“Hablamos de hostigamiento cuando un chico le hace y/o dice cosas a otro que lo hacen sentir incómodo. Se refiere a cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre pares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado.”
«Cuando se establece entre los compañeros de aula observamos que el agredido suele presentar timidez, introversión y soledad. Suelen ser niños que pertenecen a alguna minoría dentro del aula por ej. de género o etnia, los muy estudiosos o que presentan alguna diferencia física: obesidad, anteojos, o ser muy linda, etc. Estos niños se muestran más pasivos con pocas habilidades sociales y les cuesta expresar sus emociones y defender sus derechos», indica la Lic. en Psicología Adriana López, co-fundadora de Momento Cero (MN 23655).
«En contraposición los que hostigan son niños que ejercen fácilmente liderazgo y necesitan mostrar su poder, suelen ser más extrovertidos e impulsivos. Estas características no siempre las miramos ya que es difícil de detectar antes de la manifestación de violencia», completa la Lic. Emilia Canzutti, también fundadora de Momento Cero (MP 90400).
Algunas de las causas que siempre están presentes son: la necesidad de llamar la atención a los adultos: son niños que no disponen de la atención necesaria, logrando la misma desde una identidad negativa. Humillando al otro logran volverse el centro de atención.
La falta de una crianza enriquecida en valores, puede ser otra causa. También pueden ser hijos de padres a los que les cuesta mostrar empatía hacia sus hijos, no siendo capaces de tranquilizarlos y guiarlos, no logran enseñarles a controlar sus impulsos, postergar la gratificación, motivarse, respetar a los demás. Por otro lado cobra importancia el aprendizaje en un medio familiar hostil y amenazador, donde los hijos repiten comportamientos que ven en sus casas.
Otra causa puede ser pertenecer a un grupo, algunos niños encuentran aceptación perteneciendo a un grupo y llevan a cabo conductas antisociales con el fin de no estar solos.
La influencia de los medios también cobra relevancia. Los programas de televisión, los videojuegos, los sitios web y la música popular tienen facetas que alientan e incluso alaban el comportamiento violento como medio para reafirmarse a sí mismos. Sacados de contexto, un niño con problemas podría usar estos ejemplos como medio, siendo agresivo para ganar popularidad entre sus pares.
¿Cómo intervenir?
Salvo que su hijo le cuente que es víctima de agresiones —o que tenga lastimaduras o heridas visibles—, puede ser difícil darse cuenta de lo que está sucediendo. Es frecuente que los niños no cuenten que han sido intimidados, por lo que es importante que los padres y los maestros aprendan a reconocer los signos que dan cuenta que un niño puede estar siendo ser víctima de hostigamiento. Algunas conductas tales como: frecuente pérdida de objetos personales, quejas de dolores de cabeza o de estómago, evitando el recreo o las actividades escolares, y llegar a la escuela muy tarde o muy temprano, tienen miedo de ir, bajan sus calificaciones, su hijo se comporta de forma diferente o parece angustiado, que no come ni duerme bien ni realiza aquellas actividades de las que suele disfrutar. Pueden mostrar que nuestro hijo posible que sean víctimas de algún niño que los está agrediendo.
Frente a la sospecha que su hijo está siendo agredido pero él se muestra reacio a confesarlo, trate de encontrar la forma de sacar el tema de manera indirecta. Por ejemplo, alguna situación que ven en una noticia en la televisión puede servir de disparador para la conversación, y usted puede preguntarle a su hijo qué piensa al respecto o qué cree que debería haber hecho esa persona. También “Si alguna vez fue testigo de una situación similar” o “Alguna vez le sucedió algo parecido”.
Es importante que sepan que si alguien lo está agrediendo, o si ve que eso le ocurre a otro niño, es importante que lo hable con alguna persona, ya sea con usted, con otro adulto (un maestro, un consejero escolar o un amigo de la familia), o con un hermano, pero que no intente resolverlo solo.
¿Qué hacer cuando un niño nos cuenta?
Si un niño nos cuenta acerca de un episodio de agresión, en importante brindarle consuelo y apoyo, más allá de cuán molestos y enojados estemos. Los niños suelen mostrarse reacios a contar estos episodios a los adultos, ya que les generan incomodidad y vergüenza. A ellos les preocupa que sus padres puedan sentirse decepcionados.
En ocasiones, los niños sienten que ellos son culpables, que si hubieran actuado de manera diferente o hubieran tenido otro aspecto, eso no estaría sucediendo. A veces, tienen miedo de que los agresores descubran que ellos hablaron y la situación empeore. En ciertos casos, les preocupa que sus padres no les crean o no hagan nada al respecto, o que los alienten a pelear contra los agresores, una situación que a ellos les da miedo.
Felicite al niño por su valentía al hablar de lo que está sucediendo. Recuérdele que no está solo, ya que muchos niños sufren las agresiones de sus compañeros en algún momento. Haga hincapié en que es el agresor el que se comporta mal, no su hijo. Asegúrele que juntos encontrarán la solución para este problema.
«Concluyendo, para revertir los estragos de la violencia es necesario que cada eslabón de la cadena (alumnos, docentes, padres, directivos, etc.) se comprometa, observando las situaciones previas, detectando, participando, comunicando. Pensar que es lo mejor en cada situación, teniendo en cuenta el origen, será más fácil encontrar las soluciones. Sepamos que siempre se puede prevenir y esta es la acción más importante», coinciden las especialistas.
A la vez, recomiendan que ante la presencia de estos síntomas o la manifestación de estas causas, se consulte inmediatamente con un especialista.
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