Llegar a los Juegos Olímpicos es un sueño que nace allá lejos en el tiempo, en algunos siendo niños, en otros adolescentes. La Lic. Jimena Martínez analiza este sueño desde la psicología del deporte, aportando una mirada humanista con una descripción fenomenológica de la situación.
«La psicología del deportista olímpico es un trabajo que no comienza algunas semanas antes, es un trabajo de años», explica la licenciada especializada en psicología del deporte y titular de Mentedeportiva, empresa dedicada a la Psicología aplicada al deporte y a la actividad física.
“Es un largo camino, lleno de esfuerzos, de perseverancia, decisión y empeño; cualidades que deben mantenerse a pesar de las posibles frustraciones y dificultades que irán apareciendo. Contratiempos en las relaciones, expectativas incumplidas, planificaciones imprecisas. Abatimiento y esfuerzo desmedido que pueden llevar a pensamientos de abandono, o a la desmotivación”, dijo la Lic. Jimena Martínez desde su óptica humanista.
El trabajo comienza con el equipo del deportista: el entrenador, el preparador físico, el kinesiólogo, equipo del cual forma parte de manera directa o indirecta el psicólogo deportivo.
En la niñez, por lo general, el psicólogo deportivo trabaja con este equipo o con los padres.
“En la Argentina todavía no se conocen todos los beneficios de la participación de un psicólogo deportivo”, indica la especialista.
“Es posible asesorar y capacitar a los entrenadores y al equipo de tal manera que no sea necesaria la intervención directa del psicólogo deportivo. Por ejemplo, en temas de comunicación y relaciones, entre otras. Por supuesto esto tiene sus limitaciones, pero en determinadas circunstancias o dependiendo del momento deportivo, estos recursos pueden ser igualmente eficaces”, sostiene Martínez.
“Los deportistas suelen depositar toda su confianza y seguridad en sus entrenadores, y están abiertos a sus sugerencias o indicaciones. Asesorando a los entrenadores también se está colaborando con el desarrollo de sus habilidades psicológicas y sociales; soporte fundamental del deportista”, agrega la Licenciada Martínez.
“Lo emocional y mental, son aspectos más íntimos del deportista, por lo que suele haber mayor sensibilidad al respecto; esto dificulta en ocasiones la consulta con un psicólogo deportivo. A veces puede vivirse como una debilidad realizar alguna consulta, o se tiene la fantasía de vulnerabilidad o falta de control sobre sí mismo y su carrera deportiva”.
«En otros países, el psicólogo forma parte del equipo desde el inicio del trabajo. No está entendida como una psicología clínica, no se plantean problemas, es algo bien orientado al trabajo mental o emocional del deportista para mejorar el rendimiento a través del uso de técnicas psicológicas específicas”, dice la Licenciada.
Ya en el trabajo diario, en el último tramo previo a los Juegos Olímpicos, de lo que se trata, es de ir adaptándose a las particularidades de esta competencia, «el deportista está acostumbrado a ir cambiando los escenarios deportivos, pero ésta es especial; es conveniente adelantarse y trabajar cada detalle, el viaje, la aclimatación al nuevo lugar físico, la convivencia, y sobre todo, los momentos previos a la competencia”.
En este momento, el psicólogo deportivo lo que hace es trabajar en colaboración con el equipo, su capacidad de adaptación social, ambiental y de trabajo. El deportista olímpico tiene que tener flexibilidad psicológica y capacidad de adaptación para todos los eventos deportivos y para cada uno, se prepara de forma diferente. Poder mantener la determinación, la confianza y la seguridad en sí mismo a pesar de la importancia del evento y sus presiones.
“El trabajo psicológico realizado anteriormente influye significativamente en este nuevo y fundamental desafío”, amplía la especialista en Psicología del Deporte.
Algunas técnicas:
El psicólogo del deporte aplica algunas técnicas con los deportistas tendientes a un mejor desenvolvimiento durante la competencia, estas técnicas pueden ser: la visualización, la relajación y la respiración, el manejo de las emociones o de los pensamientos, entre otras
Las técnicas hay que adaptarlas a la necesidad de cada deportista y a lo que según su personalidad le sirve en el momento preciso en el cual se encuentra. «No existe una receta para todos los deportistas», asegura Martínez
Una técnica muy importante, según la Licenciada, es «determinar correctamente los objetivos olímpicos, a los cuales se llega a partir del planteamiento de objetivos parciales durante toda la carrera del deportista. Ayuda a estar focalizado en lo que quiere lograr, y la manera de realizarlo”.
Igualmente importante es trabajar la concentración en su rutina. “Mantener la atención en lo que es verdaderamente importante, nada puede distraerlo, ni siquiera un error. No es momento para darle lugar a la frustración, a los pensamientos negativos que lo distraigan. Debe estar focalizado en lo más importante: hacer aquello para lo que se preparó durante tanto tiempo, es el momento de confiar plenamente en sí mismo”.
Autogestión y autodeterminación
Lo importante de este proceso es lograr que el deportista no necesite al profesional, que el deportista logre la capacidad de autogestión, que haya aprendido todo aquello que se le pudo enseñar a través de su entrenador, a través del psicólogo o a través de la misma experiencia que le dio todo lo que necesita en ese instante», asegura la Lic. Martínez.
En la preparación para las Olimpiadas, es importante el tema de los miedos, las ansiedades, las incertidumbres. Según la especialista, «hay dos variantes posibles para trabajar estos sentimientos: el control basado en el aprendizaje de técnicas mentales específicas; o un trabajo que lleva más tiempo, basado en el autoconocimiento, lo que permite detectarlos y redimensionarlos de manera más rápida”, amplia.
La Licenciada describe de esta manera el camino recorrido hasta llegar a los Juegos Olímpicos, “se trata de un camino sostenido por un equipo que lo acompaña, y que trabaja a la par del deportista para ayudarlo a llegar donde soñó. Le brinda confianza, seguridad, contención. Lo impulsa a ir cada vez más adelante, a superarse a sí mismo día tras día. Porque ve lo que puede dar, ve de lo que es capaz, conocen sus necesidades. Todas las miradas están puestas en él; con cada logro las expectativas aumentan, aparecen nuevas presiones. Ya no está solo”.
El deportista, “da todo de sí, aprende la entrega, la escucha, el compromiso. Sabe dónde quiere llegar, pero para lograrlo sabe que es fundamental ocuparse de cada paso. Cada entrenamiento es importante, no descuidar ningún detalle, ningún aspecto de sí mismo. Ocuparse de lo esencial: hacer lo que sabe hacer, y sabe que aún, es capaz de más.
Los escenarios van cambiando pero su firmeza se mantiene. Él, su equipo, su familia, una sincronía perfecta. Claridad para afrontar el desafío, conoce sus dificultades, sus debilidades, pero no está solo. Trabaja incansable para superarse y aprender, puede dar todavía más de sí”.
Ya en los Juegos, “es tiempo de la total entrega, nada quedó librado al azar, sabe lo que tiene que hacer. Ahora más que nunca, es tiempo de descansar en sí mismo, en el esfuerzo realizado y en el aprendizaje logrado. Finalmente el escenario es el ansiado y esperado, todo fue minuciosamente estudiado y planificado. Es su momento, solo resta sumergirse en el no-tiempo de su actuación, expresión perfecta de precisión, fortaleza y templanza. Manifestación inconfundible de un entramado de entendimiento, reciprocidad, aceptación e ilusiones compartidas”.